miércoles, 15 de diciembre de 2010

Territorios:

el concepto de ciudad por Oscar Niemeyer, Juanjo Novella e Italo Calvino


Hoy hablamos de territorios, entendidos como universos personales o colectivos donde se conjugan el arte, la miseria la sensualidad, la memoria, la belleza, la armonía o el caos más absoluto, desde esta óptica, tres extraordinarios artistas, dominadores de oficios diferentes, pero unidos en el arte y en la forma de definir el concepto moderno de ciudad: Oscar Niemeyer, arquitecto centenario, Juanjo Novella,  pintor , escultor de formas imposibles y por último el escritor  cubano Italo Calvino, nos acercan sus experiencias, su obra, intrínsecamente ligada a su genial forma de interpretar el arte y a través de él su plasmación a la hora de exponernos el concepto de ciudad.

 
Oscar Niemeyer, “No me atrae el ángulo recto ni la línea dura e inflexible creada por el hombre, lo que me atrae es la curva libre y sensual, la curva que encuentro en las montañas de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer preferida, y las del universo”
Usted ha sido siempre comunista y ateo, a pesar de ello su obra está plagada de construcciones religiosas, ‘Desearía creer en dios pero el mundo es muy perverso. Es por eso que me uní al Partido Comunista. Nosotros queremos hacer del mundo un lugar mejor,’…
¿Cómo ve el mundo ahora, cuando el consumo y la uniformidad han ocupado espacios consagrados antes a otras zonas de la imaginación?

Niemeyer tiene pocas palabras cálidas para el gobierno de centroizquierda del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. ‘Lula es un trabajador cuyo problema es querer mejorar al capitalismo’…
Pienso que la situación de América Latina empeora. Los gringos inventan cosas, globalizan, y sus soluciones no resuelven nada, no logra superar el contraste entre pobres y ricos, que se profundiza. La globalización no tiene sentido frente a lo que ocurre en las áreas más pobres, en los países africanos. No podemos permanecer ajenos, preocupados sólo de nuestros pequeños problemas. Somos responsables si la vida se degrada, si la esperanza huye del corazón de los hombres.
Volvamos a lo de la intuición, ¿cómo la integra en su proceso creativo?
La intuición ocupa siempre un lugar a la hora de resolver en la búsqueda de una forma cualquiera. Cada obra es distinta, a veces la solución la trae el estudio, otras llega de súbito, en un chispazo. Pero siempre está la intuición.

Un equilibrio entre sensación y racionalidad, estética y cálculo.
Creo que todo es sensibilidad. Uno se expresa dentro de un campo limitado, por el terreno, por la forma, por la eficacia de una construcción. Uno deja también su historia personal en la obra, como decía André Malraux, “lo que uno ha visto y amado en la vida”, y la arquitectura es así. Cada obra, aunque sea sin querer, contiene el recuerdo de una arquitectura más antigua, de formas anteriores, de gentes, el recuerdo de una mujer bonita, de una historia.

¿Y qué piensa sobre la utilización de las nuevas tecnologías en la arquitectura?
La arquitectura tiene siempre una función social, y las nuevas utilidades y recursos de una sociedad se incorporan ahora como ha ocurrido siempre en una comunidad. El arquitecto no se puede negar a las nuevas posibilidades. Personalmente me gustan los ambientes de proximidad, los espacios colectivos, lo que no es elitista. Pero eso no va en contra de las nuevas tecnologías. No hay que despreciar ningún recurso ni ninguna herramienta.


Juanjo Novella, a través del “conocimiento de la ciudad” podemos “aprehender” cualquier materia humana. Con el debido respeto y temeroso de frivolidad, me atrevo a enunciar:

CIUDAD = HUMANIDAD X TIEMPO

Tienen claves para la ciudad en la obra de los poetas, músicos, literatos, cocineros y por supuesto y al mismo nivel en la de los arquitectos. Pero donde hoy encuentro la fuente de inspiración de la ciudad ya escrita, evocadora y sugerente, aún por invadir, es en los signos que ofrece el orden natural de lo existente.
Como no tengo vocación científica, mas allá de los requerimientos del Arte y como los fenómenos nunca supieron atrapar del todo mi interés, no ahondo en exceso en anécdotas ni en los “milagros” del camino, sino que sigo andando con la fe de encontrar algo del sentido, mas que la naturaleza del hecho en sí. Sin desestimar nada, hoy prefiero el “porqué” al “cómo”.

Cuando pensamos en “las ciudades” nos referimos a entidades orgánicas concretas con nombre propio, pero cuando nos referimos a “la ciudad” hablamos de la civilización, convocamos a la humanidad, (imperio humano). Es en este territorio de límites imprecisos en el que camino, o mejor dicho, a través del cual filtro y contemplo todas mis experiencias. Se trata de un territorio de ensayo y aceptación, de actos, ritos, signos y una sensación de “expectación” en la que no recuerdo cuando me instalé. Atender la escultura como sitio y no como objeto es uno de los aspectos importantes que definen mis intenciones y propuestas en el ámbito de la escultura Pública y que, han formado en mí un criterio de actuación que lamenta las esculturas “colocadas” como patéticos trastos ornamentales en una ciudad que los toma como ajenos y que por el contrario, procura una relación natural y emocionante de la intervención con el lugar, haciéndolo mas humano y deseable. Buscando la posibilidad del “espacio sagrado”. Un lugar donde la ciudad se reconozca y defina.

La piel es una parte accesible de lo profundo y nos es fácilmente practicable.

De la misma manera que “el hombre” dibuja (aparentemente sin concierto) una faz característica para la tierra, yo, con mi trabajo cargado de intención no camino ajeno a los “mandatos ocultos” de mi especie, pues para la “ciudad”, nuestro “yo” es tan solo uno mas de sus ladrillos. Siento que nuestro territorio total (todo lo que se percibe o siente junto con el modo de hacerlo) está siendo construido constantemente por la mente del ser humano, en un “convenio colectivo” de alcance y unanimidad sin precedentes.


Italo Calvino, el escritor nacido en Cuba, en su obra literaria “las ciudades invisibles”, obra cumbre de la combinatoria literaria,  en ella y participando del  juego combinatorio hace una especie de recreación o  reescritura del Libro de las maravillas de Marco Polo, en el que es el veneciano quien describe a Kublai Khan las ciudades de su imperio. Estas ciudades, sin embargo, no existen en otro lugar  que en la imaginación de Marco Polo, viven nada más que dentro de sus palabras. Por tanto, para Calvino, la narración puede crear mundos, pero no pude destruir «el infierno de los vivos» que está a nuestro alrededor y para combatirlo, como se sugiere en la conclusión de la novela, no se puede hacer otra cosa que no sea dar valor a aquello que no es infierno.

El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo, la primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo, la segunda es de riesgo y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber qué y quién, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio.

“las ciudades invisibles”, está compuesta por nueve capítulos, cada uno de ellos lleva  insertado en cursiva  el diálogo entre el emperador de los tártaros, Kublai Khan, y Marco Polo. Dentro de los capítulos se narra la descripción de cincuenta ciudades, ” El catalogo de las formas es interminable: mientras cada forma no haya encontrado su ciudad, nuevas ciudades seguirán naciendo. Donde las formas agotan sus variaciones y se deshacen, comienza el fin de  las ciudades. En los últimos mapas del atlas se diluían retículas sin principio ni fin, ciudades, territorios, con la forma de Los Angeles, con la forma de Kyoto, Osaka, sin forma.”

Según unos núcleos temáticos. Italo, lo describe “sólo después de haber conocido la superficie de las cosas, se puede uno animar a buscar lo que hay debajo.Pero la superficie de las cosas es inagotable”. Por tanto en palabras de Daniel Mújica, “así que toda su obra es una persecución de señales que revelen el corazón de la materia y lo subterraneo del espíritu”. 

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